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¿Qué son?
La articulación de tobillo es una articulación en configuración de mortaja. El límite lateral lo marca el peroné; el límite medial lo marca la porción más medial de la tibia; el techo articular lo forma la tibia. La mortaja tibioperonea contiene en su interior el astrágalo.
Se llama fractura a la rotura de la continuidad del hueso. A nivel del tobillo son dos los principales motivos que la originan: la torsión y el impacto directo en carga, como una caída desde altura. La torsión produce fracturas en los maleolos, denominándose de distinta manera en función del número de elementos afectados. El impacto directo origina fracturas por compresión en la zona de cartílago articular (fracturas de pilón tibial). Estas últimas suponen un mayor daño articular y pueden comprometer la viabilidad del cartílago.
Causas
La principal causa de una fractura suele ser un traumatismo. Pueden darse fracturas patológicas en lugares donde el hueso esté debilitado por un proceso o enfermedad.
Las cargas cíclicas y repetidas sobre un hueso pueden producir las llamadas fracturas por estrés. Se distinguen dos tipos:
Síntomas
Dolor, inflamación, hematoma, deformidad secundaria y desplazamiento.
Tratamiento
El hueso es un tejido con capacidad de regeneración. Cuando se produce una fractura se desencadena un proceso de curación con una fase inicial de inflamación, seguida de reparación tisular. Finalmente, un proceso de remodelación devolverá al hueso la estructura previa a la fractura.
El objetivo del tratamiento de una fractura es:
Se emplearán sistemas de inmovilización para mantener la alineación, bien con técnicas ortopédicas como yesos, o bien con técnicas quirúrgicas como la colocación de placas, tornillos, clavos endomedulares, etc... Una correcta inmovilización, que permita la transición de cargas sin que ocurra desplazamiento de la fractura, acelerará el proceso de curación.
Tratamiento biológico con plasma rico en plaquetas (PRP).
El PRP infiltrado en el foco de la fractura eliminará la fase de inflamación y potenciará la fase reparadora mejorando y acortando el proceso de curación.
En el tratamiento conservador de las fracturas, una vez se reduce y se estabiliza la misma, se activa el PRP líquido para inyectarlo en el foco de fractura ya reducido, siempre bajo control radioscópico y máxima asepsia. El volumen de PRP infiltrado dependerá del hueso fracturado. Se realizará un seguimiento de la evolución de la fractura y si se detectan signos de retardo de consolidación de la misma, se efectuará una segunda infiltración con PRP líquido entre la cuarta y la sexta semana.